sin piel.

Soñé que estaba en un recóndito lugar. Era una hermosa playa iluminada por el sol que recien se asomoba. Muy cerca, casi despertando a mi lado, estaba una piel que olía a bronceada y calentaba casi tanto como el sol asomado. Limpié la arena que tenía encima como quien descubre una pieza en las ruinas. Esa piel, tan deliciosa y morena, le pertenecía a quien aún dormía y, sin embargo, decidió por sí misma inundarme como si fuera ella el mar de la playa que ya brillaba a pleno. Reemplazó mi piel y se enrredó en mis huesos hasta casi triturarlos y dejarme endeble. Subió por mi cuello arañando mis lunares y desgarró mis labios como si los besara. Me arrancó la piel entera.

Es ahora, que estoy despierta, cuando ya no puedo seguir viviendo. Necesito de esa piel que me robó aire y que de una golpiza sacudió mi cuerpo.
Necesito encontrar, más que a quien nunca despertó, a quien me mantuvo despierto dentro de un sueño.

Mi piel ya no es la misma.

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